lunes, 7 de marzo de 2011

La violencia

¿Es la violencia en nuestra especie una característica biológica?, ¿es similar a la de otras especies en el mundo animal o tenemos la capacidad de atenuarla o acentuarla al tener consciencia de ella?
 
Parece ser que la violencia en los humanos, a pesar de su componente biológico incorpora otros factores relacionados al desarrollo del cerebro capaces, por un lado, de atenuarla mediante un control de nuestras emociones y nuestra mente a través de técnicas como la meditación, el yoga o el ejercicio, o por otro, magnificarla si nos dejamos llevar por deseos inmediatos y buscamos nuestro propio bienestar sin sentirnos identificados con el resto de la especie.

Claro, es mucho más complicado, ya que la experiencia indiviudual, la predisposición genética y el entorno pueden convertirnos en personas más o menos altruistas o egoistas, más pacíficas o más violentas, y a esto se añade que nuestro complejo cerebro puede no funcionar a la perfección y existen casos en que la empatía simplemente no “funciona”.

Entonces, ¿difiere mucho la violencia humana de la que encontramos en el resto del mundo animal?

Según Arsuaga en el reino animal existen una serie de reglas y mecanismos que evitan las luchas a muerte y la jerarquía queda generalmente establecida a través de exhibiciones de lucha y muestras de fuerza que terminan en la sumisión de uno de los contrincantes sin haber llegado a una lucha violenta; aunque a pesar de la existencia de esta norma, sostiene que no es raro que entre las luchas que suceden en el mundo animal un combatiente sufra graves daños e incluso la muerte. Además, explica que grupos de mamíferos como los chimpancés, a veces se enfrentan sin ninguna clase de restricción con otros grupos de la misma especie, y se conocen casos donde una comunidad entera de machos ha sido aniquilada por otro grupo de su misma especie.

Arsuaga expone la teoría de Komrad Lorenz que sostiene que la violencia humana puede ser explicada biológicamente por lo que para él sería imposible erradicarla totalmente a través de la educación. Pero este autor también sostiene que la tecnología es uno de los factores responsables de la pérdida de eficacia de los mecanismo biológicos inhibidores de la agresividad humana.

Respecto a este punto Morris argumenta también que la finalidad de la agresión dentro de la misma especie es el sometimiento, no la muerte del enemigo, pero en el caso del ser humano aparece la posibilidad del ataque a distancia: las señales como el sometimiento de los vencidos ya no se perciben por lo que la agresión continúa hasta arrasar con todo.

Para Morris, las matanzas en masa comunes en los seres humanos son inauditas en otras especies. Por otra parte explica que la cohesión de grupo y la asistencia mutua que la caza requirió a sus participantes durante miles de años se acabó transformando en lealtad en la lucha que es lo que en la actualidad da cohesión a los ejércitos que atacan más por apoyar al camarada que por vencer al enemigo.

En la película “Halcon rojo”, un veterano explica a un novato que pregunta por el significado de esa guerra absurda que la guerra no tiene sentido, nadie la entiende, ni siquiera les importa si hay una causa. La única motivación es estar al lado del compañero. Saber que quizás en algún momento dependerá de él que sus amigos salven la vida. Y se debe estar ahí con ellos, porque ellos han de estar allí.

Otra teoría mencionada por Arsuaga es la de Adolf H. Schultz que plantea que los grandes avances en la medicina han logrado disminuir considerablemente la tasa de mortalidad entre los seres humanos, lo que ha llevado a una enorme multiplicación de la especie a una velocidad sin precedentes. Este autor plantea que por otra parte, nuestra agresividad, propia de simios, no se ha podido ajustar evolutivamente por falta de tiempo. Morris propone el crecimiento de la población como otro incentivo para la guerra: las poblaciones crecen y necesitan recurrir a la conquista para conseguir recursos.

Morris define algunos factores que empujan a nuestra especie a la violencia: el desarrollo de territorios humanos fijos, el crecimiento hacia supertribus que ocasiona una pérdida de personalidad social, la existencia de armas a distancia, el alejamiento de los dirigentes de las líneas de combate, la creación de una clase especializada cuya profesión es matar, la existencia de desigualdades tecnológicas entre los grupos, rivalidades por el status entre los dirigentes, el aumento de una frustrada agresión de status entre los grupos, la explotación del impulso cooperativo a ayudar a los amigos víctimas de un ataque. Y a todo esto se añade la existencia de ideologías que se utilizan para justificar el conflicto.

Si estos son los factores que impulsan a las grandes violencias humanas, entonces el componente biológico no parece ser tan importante, ya que la violencia respondería más a represión dentro de sociedades enormes donde el individuo ya no se siente parte de un grupo, armas que impiden las inhibiciones biológicas, frustración, ideologías…

Quizás en el ser humano, como en el resto de las especies exista un componente agresivo destinado a la defensa y a la supervivencia de la especie, pero quizás también desde el momento en el que el hombre se estableció en un territorio fijo que tenía que defender, desde que los recursos empezaron a disminuir y la población aumentó, esta violencia natural se agravaría y continuaría extendiéndose a medida que las sociedades crecían, establecían fronteras y acumulaban riquezas.

Según Arsuaga llegó un momento en el que el mundo dejó de ser peligroso para el hombre: disponía de fuego, de espacio, de abrigos, de un cerebro complejo, de lenguaje y de sofisticadas herramientas que le permitían vivir relativamente seguro. El hombre se había liberado en cierta medida de los grandes peligros  que suponía la naturaleza. Los depredadores eran, ahora cazados. Y durante ese periodo el hombre se multiplicó. Las poblaciones crecieron y el momento de seguridad se fue.

Ahora, las amenazas ya no provenía de las fieras, ni de los cambios de clima. Ahora la amenaza eran los otros.

Bibliografía
- Arsuaga, Juan Luis, Martínez Ignacio, La especie elegida, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 2004.
- Arsuaga, Juan Luis, El collar del neandertal, España, Temas de hoy, 1999.
- Morris, Desmond, El mono desnudo, México, Editorial Plaza y Janés, 1995.
- Morris, Desmond, El zoo humano, México, Editorial Plaza y Janes, 1995.


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